Llegó el momento en el que agacho
la cabeza y no me queda más remedio que admitir que la culpa de que en mi vida
me tope con tanto cansalma es mía, mía y solo mía. Y en la anterior entrada os
adelantaba el por qué: sufro del síndrome de Pocahontas.
He quedado en un rato con los animalillos del bosque y estoy en mi Teepee poniéndome remona con
mi vestidito de piel de búfalo y mi collar handmade de nácar y pintándome los
morros con fósforo rojo waterproof (que el río es muy traicionero). Ayer estuve
con la Abuela Sauce y me dio una serie de consejos acerca de la vida en general
y los machotes en particular que resultan ser diametralmente opuestos a los que
me concede mi regio padre el Jefe Powhatan, y tengo la cabeza hecha un lío. Y
he de decir que aunque la abuelica está un poco senil, su asesoramiento atesta
mi salvaje corazón de esperanza y alborozo.
Total, que me dirijo a mi canoa y
me monto en ella con mis inseparables Meeko y Flit que siempre están discutiendo
debido a las distintas perspectivas que detentan sobre la vida, Meeko me anima
a transgredir y dejarme llevar, mientras que Flit intenta contrarrestar el
hedonismo extremo con altas dosis de sensatez. Lo típico vaya, pero me divierten.
Tomo el remo con determinación y empujo con fuerza el agua.“Lalalalal tralalalrarara lalaal... Río abajo lo veréeeee, me asomaréeeeee... Río abajo lo veréeeeee, lo
encontraréeeeeeee!” y... Ups. Llego a un punto en el que el río
se divide. ¿Qué veo allá a lo lejos en cada una de las bifurcaciones?
Por un lado está Kocoum, un
macizorro del poblado del cual ya tengo referencias porque tenemos algún conocido en común, de esos chicos que están bien pero tampoco veo yo que haga nada del
otro mundo con su vida, habrá quedado con los amigos para jugar a la Caza Station 5 o al Maya Hold'em Poker...
Trabajo serio de
cazador/leñador/pescador con horario fijo extendido de lunes a viernes, del que
su madre se siente muy orgullosa y con el cual él está conforme y satisfecho;
gana un considerable número de monedas de oro que le permite llevar un nivel de
vida acomodado a pesar de no disponer de tiempo que dedicar a sus hobbies (¿qué
era eso?). Ve la vida pasar mientras fantasea con que lleguen los fines de
semana y las vacaciones para gandulear un poco y gastar su riqueza en botellas
de Balché y Saká y suculentos manjares que apura con sus colegas en el Teepee
de alguno de ellos, todos luciendo distintas variantes del mismo modelo de
taparrabos, mientras hablan de las largas piernas y enormes virtudes de las
recolectoras.
Se siente demasiado cómodo como
para preguntarse si ése es el tipo de vida que quiere llevar realmente así que ni
se lo plantea, y si lo hace, se agota solo de pensar en el esfuerzo que debe
invertir y se amilana al ver tambalear todo lo que ha construido hasta ahora.
Uffffffff mejor no. Mejor trabajar duro, generar riqueza, tener mujer y
descendencia, y aspirar a ser el siguiente jefe de la tribu.
Ahí el río está en calma,
sosegado, ofrece comodidad, refleja el sol del atardecer y veo perfectamente hacia donde me va a
llevar. Sota, caballo, rey, sin ánimo de ofender.
Pero, ¿qué se atisba al otro
lado? ¿Quién es ese melenas? No le conozco pero parece que está bastante bueno o,
por lo menos, tiene un aspecto endiabladamente atrayente. Esos ropajes que
viste no son muy comunes, menudas botazas lleva, se ven desgastadas... lo
que ha debido recorrer el muchacho. Qué porte. ¿Qué hará con su vida? Porque
no tiene pinta de quedarse quietecito en ningún sitio...
Lleva consigo lo que parece un
taco de papel encuadernado, ¿qué escribirá ahí? Canciones, aventuras, ideas,
dibujos...o igual está en blanco. Me da igual, ha captado mi interés, ningún
chico del poblado sabe siquiera utilizar la pluma .
Cuelga de su hombro una bolsa en
la que se entreve un libro, una flauta, un par de manzanas y un ajado reloj de
bolsillo... mmmmm... sospechoso... le analizo de arriba a abajo pero no, su mirada se percibe demasiado distraída como
para que todo sea postureo, él está a lo suyo.
No sé qué diablos es, pero me tiene loquita. Desconozco si tendrá trabajo, o incluso si sus ingresos son estables, sin embargo, no es algo que parezca importarle porque por lo visto son
suficientes, se le ve feliz, un chico especial aunque con toda la pinta de tener una seria pedrada en
la cabeza. Desprende energía y vive el momento.
Y está claro que no es de
por aquí. Le gustará viajar o, quizás no se sentía a gusto, completo o satisfecho
en el lugar de donde procede. Sabe sacarse las castañas del fuego claramente.
Menuda espalda madre mía,
seguro que quiere acompañarme alguna vez al río si le dejo una tabla de roble.
No le conozco de nada. Y espérate
a que mi padre me vea con él... ¡me cruza la cara!
El río que le acompaña es rápido,
potente, sinuoso, con alguna que otra piedra y de caudal imprevisible.
Y como la cabra tira pa’l
monte...
¿Cómo te llamabas? ¿John qué más?
Háblame de ese Nuevo Mundo del
que vienes...
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