Si recordáis en la anterior
entrada os hablaba de uno de los intríngulis del artisteo que más repelusilla
me provoca: la hipocresía, lo que viene siendo el besar y querer y dorar la
píldora porque sí. La mala costumbre de usar los apelativos “amor”, “cariño”,
“cielo”, “rey” y un largo etcétera desde el minuto uno y con todo el mundo sin
distinciones, como si es el colega de un colega que te acaban de presentar. Los
abrazos, los besos, los picos... (de esto ya hablé pero es que sigue trastornándome
un poco).
Y sobre todo, el mentir como si no hubiera un mañana con una única
finalidad de doble vertiente: o hacerte quedar bien a ti, o querer
agradar a tu interlocutor. De una u otra forma, alguno de los egos sale
fuertemente reforzado.
Bueno, me propuse hacer un
experimento: no mentir NADA DE NADA a lo largo de 5 días y analizar qué diablos
ocurría a mi alrededor. Vamos a ver...