miércoles, 27 de mayo de 2015

Intringulis del artisteo que me dan palo: parte tercera


Y es que es normal que, conforme pase el tiempo, más intrigas y maniobras vaya descubriendo en este emocionante mundo del artisteo. Así que después de la primera y la segunda, llega la tercera parte de esta emocionante saga.

Hoy quiero hablaros de la falsedad y la superchería manifiestas.

Cuando algo llama mi atención me gusta husmear y ahondar un poco en el asunto y... no me quedó más remedio que informarme acerca de la falacia, esa gran amiga del artista (bueno y de todo el mundo en general). Y es que el embuste está diseminado everywhere! Se estima que cada día oímos/leemos/decimos más de 200 mentiras, ahí es nada. Aunque obviamente no todas son iguales ni nacen por las mismas razones.

Gran parte de ellas en realidad son del todo inofensivas, como ligeras dosis de autoengaño o inocentes mentirijillas por razones de cortesía pero francamente amigo, ¡hoy en día la gente se ofende por todo! Ya no se puede decir nada que resulte mínimamente desfavorable para nuestro interlocutor y no sabemos encajar críticas ni comentarios. Todo tiene que ser positivo, todo el mundo siempre está guapo, todo se hace fenomenal, y todo es fabuloso. ¡Venga hombre ya! Los niños van a salir tontos con tanta memez.
Ojo, que entiendo perfectamente que en ocasiones no puede decir uno lo primero que le pasa por la cabeza pero, siempre que se haga con tacto y sin ánimo de ofender, deberían poder decirse las cosas.

Hemos entrado en una dinámica de caprichosa condescendencia  por no agraviar la raquítica sensibilidad del otro que a lo único que conduce, es a alimentar la autocomplacencia en lugar de buscar un desarrollo o crecimiento personal. Se nos va a desencajar la mandíbula con tanta sardónica sonrisa... 

¿Pero por qué diablos trapazamos tanto? Una persona miente tres veces en los primeros diez minutos de haber conocido a otra. Flipa. ¿Qué queremos demostrar? ¿Qué sentido tiene? A no ser que sea por cuestiones de ligoteo y el objetivo sea impresionar al otro porque tus intenciones son del todo deshonrosas, el motivo más lógico que acude a mi inquieta mente es la competencia.
Y efectivamente existe una teoría al respecto que sostiene que la selección natural favoreció a aquellos individuos que sabían sacar más partido a la vida en sociedad, es decir, los más astutos, aquellos que mentían, disimulaban y eran capaces de formar grupos sólidos, tenían más éxito social y reproductivo.
O sea que todo el tema de la mentira se ha ido desarrollando en nosotros de forma espontánea, sin darnos cuenta, se ha integrado en la naturaleza humana hasta el punto de que mentimos de forma espontánea, de igual manera que respiramos o sudamos. Así, a lo loco.
Pues ahora imaginad esto en una ciudad grande, donde nadie se conoce realmente y no hay historial de vida anterior al momento actual, en un círculo social en el que todos tenemos como profesión aparentar ser personas que no somos en realidad. Y partiendo del hecho de que tendemos a mentir más a los extraños que a los conocidos... ¿hasta qué punto creéis que se deforma la realidad en el mundo del artisteo? Exacto, vergonzoso.
(Perdón por abusar de Tom Hardy, me resulta sencillamente ineludible).

Por lo anteriormente expuesto y por mi propensión al masoquismo, he decidido llevar a cabo un experimento. De aquí a lo que queda de semana, no voy a mentir. NADA. Cero. Ni el más mínimo y piadoso embuste. Ni la más minúscula ficción, ni el más exiguo engaño. Quiero intentar por todos los medios fingir que en este mundo no existe la mentira. Como mucho, y si llega un momento en el que resulta inevitable, callaré. Pero no mentiré.

Podemos hacer una porra para ver cuántas hostias me gano, cuántos insultos recibo o cuánta gente deja de hablarme...o igual va, y no! y el pueblo reacciona de forma favorable a la sinceridad! ¿quién sabe? Al fin y al cabo todos hemos dicho alguna vez la frase de “Yo siempre voy con la verdad por delante, lo que tenga que decirte, te lo digo a la cara”. JA!

La semana que viene os cuento... 

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