Hoy
quiero hablaros de la falsedad y la superchería manifiestas.
Cuando
algo llama mi atención me gusta husmear y ahondar un poco en el asunto y... no
me quedó más remedio que informarme acerca de la falacia, esa gran amiga del
artista (bueno y de todo el mundo en general). Y es que el embuste está
diseminado everywhere! Se estima que cada día oímos/leemos/decimos más de 200
mentiras,
ahí es nada. Aunque obviamente no todas son iguales ni nacen por las mismas
razones.
Gran parte de ellas en realidad son del todo inofensivas, como ligeras dosis de autoengaño o inocentes mentirijillas por razones de cortesía pero francamente amigo, ¡hoy en día la gente se ofende por todo! Ya no se puede
decir nada que resulte mínimamente desfavorable para nuestro interlocutor y no
sabemos encajar críticas ni comentarios. Todo tiene que ser positivo, todo el
mundo siempre está guapo, todo se hace fenomenal, y todo es fabuloso. ¡Venga
hombre ya! Los niños van a salir tontos con tanta memez.
Ojo,
que entiendo perfectamente que en ocasiones no puede decir uno lo primero que
le pasa por la cabeza pero, siempre que se haga con tacto y sin ánimo de
ofender, deberían poder decirse las cosas.
Hemos
entrado en una dinámica de caprichosa condescendencia por no agraviar la raquítica sensibilidad del otro que a lo único
que conduce, es a alimentar la autocomplacencia en lugar de buscar un
desarrollo o crecimiento personal. Se nos va a desencajar la mandíbula con
tanta sardónica sonrisa...
¿Pero por
qué diablos trapazamos tanto? Una persona miente tres veces en los primeros
diez minutos de haber conocido a otra. Flipa.
¿Qué queremos demostrar? ¿Qué sentido tiene? A no ser que sea por cuestiones de
ligoteo y el objetivo sea impresionar al otro porque tus intenciones son del todo deshonrosas, el
motivo más lógico que acude a mi inquieta mente es la competencia.
Y
efectivamente existe una teoría al respecto que sostiene que la selección
natural favoreció a aquellos individuos que sabían sacar más partido a la vida
en sociedad, es decir, los más astutos, aquellos que mentían, disimulaban y
eran capaces de formar grupos sólidos, tenían más éxito social y reproductivo.
O sea que
todo el tema de la mentira se ha ido desarrollando en nosotros de forma
espontánea, sin darnos cuenta, se ha integrado en la naturaleza humana hasta el
punto de que mentimos de forma espontánea, de igual manera que respiramos o
sudamos. Así, a lo loco.
Pues
ahora imaginad esto en una ciudad grande, donde nadie se conoce realmente y no hay
historial de vida anterior al momento actual, en un círculo social en el que
todos tenemos como profesión aparentar ser personas que no somos en realidad. Y
partiendo del hecho de que tendemos a mentir más a los extraños que a los
conocidos... ¿hasta qué punto creéis que se deforma la realidad en el mundo del
artisteo? Exacto, vergonzoso.
(Perdón por abusar de Tom Hardy, me resulta sencillamente ineludible).
Por
lo anteriormente expuesto y por mi propensión al masoquismo, he decidido llevar
a cabo un experimento. De aquí a lo que queda de semana, no voy a mentir. NADA.
Cero. Ni el más mínimo y piadoso embuste. Ni la más minúscula ficción, ni el más
exiguo engaño. Quiero intentar por todos los medios fingir que en este mundo no
existe la mentira. Como mucho, y si llega un momento en el que resulta inevitable, callaré. Pero no mentiré.
Podemos
hacer una porra para ver cuántas hostias me gano, cuántos insultos recibo o
cuánta gente deja de hablarme...o igual va, y no! y el pueblo reacciona de
forma favorable a la sinceridad! ¿quién sabe? Al fin y al cabo todos hemos
dicho alguna vez la frase de “Yo siempre voy con la verdad por delante, lo que
tenga que decirte, te lo digo a la cara”. JA!
La
semana que viene os cuento...
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