miércoles, 25 de marzo de 2015

Cita con el pazguato Nº1

Hablábamos de citas....¿quién no ha tenido nunca la típica cita rarita? Esa en la que, aún mientras la estás teniendo, ya estás pensando en contárselo a tus amig@s en plan “fuala, vais a flipar”. Pues sí, yo de esas he tenido varias, pero os voy contar solo tres, no vaya a ser que tengáis pesadillas de por vida.

No están en orden cronológico, pero sí es cierto que los 3 chicos son de Pamplona y más o menos viendo la gente que me lee habitualmente, diría que enseguida comenzaréis a tener sospechas y certezas sobre sus identidades. Obviamente no daré nombres, yo no soy de vilipendiar, pero sí voy a aportar al relato ligeras descripciones de los muchachos en cuestión . Si me conocéis un poco y tenéis en mente mi historial, será fácil atar cabos jajajaja. Por favor, pido comprensión por vuestra parte, estos zagales merecen un poco de respeto y manga ancha, todo el mundo tiene días malos.

Y aquí va el primero...

Por aquel entonces yo trabajaba también los fines de semana y no tenía tiempo de mucho asueto. Pasaba toda la semana hastiada de esto y de lo otro y necesitaba airear mi cabeza con grandes dosis de actividad baladí y superflua los sábados por la noche. Bien, pues estaba bastante colgadilla de un escritor, pupilo de Vargas Llosa. Se trataba de un chico de gran inteligencia, con elocuente discurso y vasta cultura musical, literaria y cinematográfica. Flacucho donde los haya, solía llevar pantalones pegados que acentuaban sus delgadas garrillas y enormes gafas de pasta. Tenía una sonrisa preciosa y olía muy bien siempre, como a suavizante. Nerd de pueblo, a pesar de vivir en Pamplona gustaba más de visitar el caserío familiar constantemente y profesaba amor por su ganado y sus antepasados.

Era ya por la tarde un sábado cualquiera. Temperatura suave y tiempo agradable, primavera que deja asomar la cabecita al verano. Esa noche yo iba a salir fijo. ¿El plan? Primero Navarrería, y después lo que surgiera, como siempre. Yo ya había quedado con una amiga, pero este chico me llamó para proponerme vernos más tarde. Accedí de buena gana, siempre y cuando mi amiga se viniese con nosotros para que no se quedase sola, y le sugerí que él también llevase a un amigo para poder juntarlos y así tener él y yo tiempo de hablar y tal, y matar dos pájaros de un tiro.

Pues bien, trajo a la granjera jefa de su pueblo. Que oye, que me parece muy bien eh, que claro que una señora granjera tiene derecho a salir de fiesta con tres jóvenes, pero vaya, que la cara de mi amiga fue....

Así que nada, fuimos a la zona rockerilla de Pamplona y estuvimos confraternizando con los parroquianos de los bares. La granjera estaba en su salsa charlando con los típicos alumbradillos pegados a la barra del bar, por lo visto llevaba tanto tiempo en el pueblo dando de comer a los cuticos que esta experiencia le estaba resultando de lo más excitante, tanto que lanzándose a la piscina y en un arranque de sensualidad se bajó la cremallera de su forro polar L’Igloo para dejar ver su lustrosa figura vestida por una camiseta XL de kukuxumusu la cual llevaba metida dentro de sus pantalones de petachos acabados en puño sobre unas imponentes y embarradas botas de monte.... mmmmmm.

Mi amiga por su parte comenzaba a estar harta de los bebecharcos que no cejaban en su empeño de insinuarse como si no hubiera un mañana con toscos palabros acompañados de misiles de cerveza macerados en baba, así que finalmente hizo bomba de humo y huyó por la derecha.

¿Resultado? Mi cita y yo nos quedamos solos, por fin. La conversación iba bien, hablábamos de temas interesantes para los dos, con mucha fluidez y sonrisas confidentes. Como debe ser vaya. Todo iba guay y parecía que la cita sería un éxito, hasta que me sugirió que fuésemos a su casa.... No voy a entrar en la discusión de “pues vaya, pues normal, no seas estrecha”  o “haces bien, nunca hay que ir a casa del tío en la primera cita” bla bla bla. El caso es que yo no quería ir a su casa, así que con mucha diplomacia le hice saber lo cansada que estaba a causa de tan extenuante semana y que lo mejor para los dos era que yo me fuese a dormir. Él reaccionó sorprendentemente bien a la noticia, y no sólo eso, sino que se ofreció a llevarme en coche a casa. Excelente, pensé, este chico apunta maneras.

Así que fuimos al coche, nos montamos, y arrancó. Puso música y comenzó a sonar esto, por lo que me vine arriba y me despisté, y no me di cuenta de que con sutileza el muy cabrón se había desviado del camino y me estaba sacando de Pamplona. Cuando fui consciente, le grité con vehemencia que diese media vuelta, que me estaba llevando a su pueblo y yo no quería ir. ¿Sabéis que me dijo? NADA. No me hablaba. Miraba hacia el horizonte concentrado en la carretera. Jodido psicópata incipiente. Durante todo el trayecto no me dirigió una sola palabra ni una respuesta a mis incesantes peticiones de que parase y volviese, las cuales por cierto se iban apagando poco a poco. Yo sabía que no me iba a hacer nada malo porque le conocía bastante, teníamos amigos en común, pero realmente no tenía ni jodida idea de cómo podía acabar esa situación. Finalmente llegamos, paró el coche y salió. Yo me quedé dentro sin saber muy bien qué hacer. Se acercó a mi ventanilla, la bajé y me dijo: “Pasa un autobús de vuelta a Pamplona dentro de tres horas. Puedes quedarte aquí en la calle a esperarlo, o puedes venir conmigo”. Y ante mi sorpresa, vi cómo no se dirigía a su casa, sino que se encaminaba por un sendero que llevaba a una granja donde se atisbaba alguna que otra persona. No pensé mucho, salí del coche y me coloqué a su lado. Ante este gesto, su cara cambió completamente, esbozó una sonrisa de oreja a oreja y me dijo “¡Te he traído aquí para que ordeñes una vaca!”.

¿¿¿Perdona??? O sea, ¿quéeeeeeee? ¿¿¿no se te ocurre otra cosa mejor si te pido que me lleves a casa que decidir sorprenderme y secuestrarme para ir a ordeñar vacas????!!!! ¿¿¿¿En serio???? ¿Qué diablos tienes en la cabeza muchacho?
La cuestión es que al final tenía hasta curiosidad por llevar a cabo tan inusitada acción y me llevé un chasco cuando el granjero nos dijo que las vaquicas no tenían leche para dar. Mi estimado compañero de aventuras debió percibir mi cara de decepción y decidió sorprenderme de nuevo. Asió mi mano y me dijo, mientras corríamos, que me iba a llevar a un lugar muy especial. Diablos, me dejé llevar. Mi corazón latía a mil por hora (imagino que el hecho de ir a trote tenía algo que ver). Corrí junto a él emocionada, con la sensación de no saber qué va a ocurrir, pero no tener miedo de averiguarlo, you know. Y al cabo de pocos minutos, llegamos. Al cementerio. Sí, el cementerio del pueblo señoras y señores, este chico sí que sabe ser romántico.
Entramos, y me mostró una a una las tumbas de sus antepasados, parándose a explicarme variados detalles de cada uno, anécdotas, situaciones... Y entonces se emocionó y comenzó a llorar como un descosido. Muy normal todo.


Finalmente volvimos al coche, me llevó a casa en silencio, y no volví a hablar con él jamás. De vez en cuando lo veo. Me escondo. 

5 comentarios:

  1. Jesus Christ!!

    Whaaaaaaaaaaaaaaaaaaat?

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  2. Maria.... ya trabajabas conmigo cuando te sucedio "eso"? tu sabes la de horas que hubieramos matado en esa libreria comentando esta azaña???? por cierto creo que un post comentando tu paso por la libreria y sobretodo analizando a tus compañeros te daria para muuuuuucho... parate a pensar.... semejantes ejemplares.... 😂😂😂

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