viernes, 12 de junio de 2015

El experimento de la verdad (y de la mentira)


Si recordáis en la anterior entrada os hablaba de uno de los intríngulis del artisteo que más repelusilla me provoca: la hipocresía, lo que viene siendo el besar y querer y dorar la píldora porque sí. La mala costumbre de usar los apelativos “amor”, “cariño”, “cielo”, “rey” y un largo etcétera desde el minuto uno y con todo el mundo sin distinciones, como si es el colega de un colega que te acaban de presentar. Los abrazos, los besos, los picos... (de esto ya hablé pero es que sigue trastornándome un poco). 
Y sobre todo, el mentir como si no hubiera un mañana con una única finalidad de doble vertiente: o hacerte quedar bien a ti, o querer agradar a tu interlocutor. De una u otra forma, alguno de los egos sale fuertemente reforzado.

Bueno, me propuse hacer un experimento: no mentir NADA DE NADA a lo largo de 5 días y analizar qué diablos ocurría a mi alrededor. Vamos a ver...

Primero las reacciones de los demás.

No recibí ninguna hostia (para consuelo de unos y decepción de otros), o por lo menos físicamente hablando. Y digo esto porque hubo un par de miradas o tres que no trataron de ocultar un imperioso deseo de asesinarme con un machete ahí mismo, y también las hubo de estas que son más falsas que el pelazo de Hilario Pino y suponían una señal clara e inequívoca de que en cuanto me diese la vuelta me iba a empezar a pitar el oído izquierdo profusamente.
Sí recibí algún que otro mensaje de “Hola! Oye, ¿te pasa algo conmigo? Te he notado rara hoy...”, o “¿todo bien?”, o “¿he dicho algo que te haya sentado mal?”, y similares. Pero de ahí no pasó la cosa.

Resumiendo, sí pude ver reacciones de extrañeza y sobresalto a pesar del mutismo generalizado. No estamos acostumbrados a una sinceridad recta y sin florituras, eso se nota. Las respuestas honestas se perciben muchas veces como muestras de antipatía, brusquedad, falta de tacto, frialdad y descortesía. Y no debería ser así. 
Tendríamos que ser capaces de encajar respuestas francas, aunque muchas veces no se correspondan con lo que nos gustaría oír (porque encima tiene bemoles la cosa; ¿cuántas veces hacemos una pregunta y terminamos con la coletilla, “con sinceridad eh”, y nos contestan sinceramente, y vamos nosotros y nos ofendemos? ¡Me incluyo ojo! Deberíamos dejar de mostrar estas evidencias de retardo mental, no?)

Por lo tanto, mi conclusión es que la gente no es tonta. La peña es perfectamente consciente de la cantidad de mentiras que pululan a su alrededor pero nos gusta rodearnos de algodón de azúcar. Queremos que nos digan que sí, que nos agasajen y que nos den lo que ansiamos, que llenen nuestros oídos de palabrería lisonjera, importando más bien poco si es verdad o no
El problema viene cuando las mismas personas que nos enaltecen y nos ofrecen sus ditirambos y encomios, luego se dedican a bisbisear y hablan mal de nosotros, nos venden por un chicle y nos pisan como a una hormiga desvalida. Pero este en sí no es el problema, ¡el problema es que nos ofendamos! Madre mía, ¿en serio?

¿En serio pensabas que esa persona que el día que te conoció te dijo que eras maravillosa y te abrazó y con la que intercambiaste el número de teléfono con la entusiasta frase de “fuala, tenemos un montón de cosas en común!”, y con la que ya has cenado en tu casa y en la suya en plan improvisado súper friends compartiendo confidencias, y con la que ha habido un intenso trapicheo audios de whatsapp y cómplices cafés... habiendo ocurrido todo esto en las 2 primeras semanas de conoceros... en serio pensabas que esa persona era amiga tuya de verdad? ¿En serio? Diez puntos para ti.

¡Rediossssh! ¡Que los amigos tardan en hacerse! ¡Que los puñeteros hashtags #muerodeamor, #love, #newfriends... no valen nada!

Pero bueno, prosiguiendo con el análisis, también me sirvió para darme cuenta de cuándo y cuánto miento yo.

La mayor parte de falacias que salen por mi boca sirven para disfrazar un simple y directo: “NO, gracias”. ¿Por qué nos cuesta tanto decir que NO? No, no, no, no, no, no. No. Es que no queremos herir los sentimientos de la otra persona... bueno, ¡pues para eso está el “gracias” de después!

Básicamente miento cuando no me apetece hacer algo, o no quiero confesar cierto tema personal, o cuando no quiero socializar porque prefiero estar sola, o cuando quiero escabullirme de alguna responsabilidad impuesta... lo que viene siendo para el ESCAQUEOOO en todo lo concerniente a mi persona.

Y en lo que respecta a mis mentiras sobre los demás, he sido consciente de que sí lo hago, sí, cuando llego a la conclusión de que se trata de una mentira piadosa que va a ser mejor solución que una verdad no constructiva, no deseada e innecesaria, en plan: “Síiiii, claro tía, no te preocupes”, “fijo que no ha tenido tiempo de contestarte”, “noooo, no te queda mal eh”, “es cuestión de tiempo, ya verás”, “síiii, se me pasó contestarte, ya si eso quedamos!”. Y estas cosicas. 
(Los que acabáis de descubrir ahora mismo que os mentido haciendo uso de alguna de estas encantadoras consignas...Soy lo peor, perdón ;-) ).

Miento, pero miento poco y la gran gran gran mayoría de las veces lo hago de forma "defensiva" e inofensiva, y no de forma "proactiva", con ánimo de malmeter o hacer daño, en absoluto. (Esto es una opinión mía sobre mí y si pensáis que no es del todo cierta, podéis decírmelo, pero sed sinceros eh).

Así pues, y a modo de cierre, diré que mi grado de transparencia se encuentra en torno a un 75%. Mi amiga Nai por ejemplo se acerca al 90%, mi madre ronda el 100% (hasta el punto de hacerme reaccionar así).

Y poco más. Como colofón final, podríais ver esta peli.

¿Cómo sería un mundo sin mentiras?........



1 comentario:

  1. Y cuando pides perdón a la gente con la que has utilizado alguna de esas coletillas estas volviendo a mentir. Cuando lo digiste lo hiciste siendo consciente de lo que decías y lo volverías a hacer.

    Yours I

    ResponderEliminar

Yeah baby! Comenta lo que quieras!