domingo, 18 de enero de 2015

Increíble pero cierto

En primer lugar quisiera aclarar que todo lo que relato en el blog me ocurre de verdad, no invento los acontecimientos, mi vida es así. Me pasan cosicas. Por eso pensé que sería curioso escribir el blog, y no al revés. Soy un imán para que me sobrevengan situaciones inusitadas y para conocer gente insólita y rarita. No pasa nada, lo asumo y os lo cuento. Y esta es la canción de hoy.

No voy a indicar ni cuándo ni dónde para no dar pistas sobre el restaurante al que voy a hacer alusión porque francamente, no le haría buena publicidad.  El caso es que hice una entrevista allí para trabajar como camarera y me llamaron para empezar a la semana siguiente. Está en la zona pija de Madrid y tiene muy buena pinta, así que a pesar de que no me habían dicho nada de las condiciones, todo apuntaba a que iban a ser decentes. Bardiconsejo: no hagas estúpidas suposiciones.

Llegué la mar de feliz diez minutos antes de la hora citada. Al cabo de casi media hora golpeando el cristal sin recibir respuesta mi felicidad se había desinflado un pelín y tal. Cuando estaba a puntito de marcharme abrió la puerta la simpática chica de la limpieza que me invitó a entrar sin reparos. Lo hice y repentinamente me abordó una muchacha con aire desenfadado y cara perturbada que me preguntó quién diablos era, pero sin el “diablos”. Le contesté que era la nueva, y que se trataba de mi primer día, lo cual acrecentó la perturbación de su cara y me sorprendió con un “Ah no tenía ni idea” que me dio así como muy buen rollo de buenas a primeras ¿sabéis?, en plan mmm qué bien qué no saben ni quién soy. Excelente.

Bueno, la cuestión es que me invita a que me dé un paseo por el local hasta que llegue la exnueva para que pueda explicarme cuáles son las funciones de la nueva. Y no tarda mucho en hacer aparición. Se abre la puerta y entra una choni, ¡choni!, con los cascos puestos escuchando vete tú a saber qué y mascando chicle con tal movimiento mandibular que sus enormes pendientes de aro tiemblan como dos flanes, vamos, sin desmerecer ninguno de los posibles clichés que caracterizan a esta desafortunada tribu. Hacemos las presentaciones y comienza a explicarme que el trabajo no reviste de mayor complejidad cuando súbitamente se abre la puerta de nuevo y aparece una Oompa Loompa con un casco de moto en la mano y cara de pocos amigos. La reacción ante tal presencia no se hace esperar y mi querida Choni susurra (como buenamente puede) a la Perturbada : “La que se va a liar…”. Rayos, qué intriga. Una sonrisa se dibuja en mi cara sin poder evitarlo. Qué le voy a hacer, me encantan las grescas cuando no estoy involucrada.

La Choni, con muy poca delicadeza, le hace saber a Oompa Loompa que la jefa quiere hablar con ella y acto seguido me dice a mí que al ser el primer día me va a tocar estar en la entrada del local captando clientes (una especie de ritual de iniciación en el restaurante por lo visto), y que le acompañe al vestuario para poder cambiarnos de ropa. Al llegar allí mientras me enseña donde está mi taquilla y cuál va a ser mi camisa me comenta como por encima que no les pagan. Así, sin más. Ante el rebote de mi cara y con el objetivo de reconfortarme me dice con jovialidad: “Bah pero tranqui eh, que si vas a entrar ahora imagino que a ti sí te pagarán”. Vale.

Salgo un tanto contrariada del vestuario y me apoyo en la pared mientras espero a que la Choni se cambie de ropa, cuando sin querer, alcanzo a escuchar la conversación entre Oompa Loompa y la Jefa. Básicamente se trata de un desagradable despido con buenas raciones de “que os jodan”, “incompetente”, “no tenéis vergüenza” y “no vales para nada”. Se va poniendo interesante.

Considero que lo mejor es salir yo solita a la entrada y airearme un poco y bueno, pensar en qué demonios voy a hacer. A todo esto sale Oompa Loompa con brío y se para en seco, se gira, me mira y me espeta: “No te dejes engañar”, para a continuación marcharse con portentoso paso. La observo ir y poco a poco me voy recuperando de esta teatral despedida y me decido a hablar con los viandantes de esto y de lo otro, de lo rica que está la empanada y de lo fresca que tenemos la cigala, y voy consiguiendo clientes para el local. Mucha gente viene preguntando directamente por las dueñas (son tres) del restaurante y van entrando y saliendo sin darme mayores explicaciones. Pero hay dos señores en concreto que van más allá y no solo me preguntan por una de las dueñas, sino que se explayan y me hacen saber que han venido a cobrar de una endiablada vez las facturas atrasadas ya que ir en persona es la única manera de recibir una respuesta, para terminar su discurso con un “¿no tendrás tú algo suelto?” y una sonora carcajada. Maravilloso esto

Entran al local y tras cerrarles la puerta educadamente me giro y al levantar la mirada reparo en el señor que camina justo enfrente de mí en ese momento, y al ver su cara observo patidifusa que el dueño de la misma es el señor Jon Voight. Tras un intercambio de sonrisas y todavía sin salir del asombro por lo que viene siendo TODO lo que me está pasando, reacciono.

Abro la puerta y entro con decisión pero ¡Rayos!, choco de bruces con una de las tres dueñas: melena rubia, brillante ropa negra y perfilados labios (antes de que os hagáis una idea equivocada esta es la imagen de lo que sería una situación cotidiana de las tres jefas juntas). “Hombre, la de la puerta” -me saluda- ¿Tú sabes lo que significa conseguir clientes guapa? ¡Que no me entras ninguno! ¡Tienes que hablar con ellos y decirles que entren! ¿Entiendes?”.  Respondo con un escueto “Ajá. Comprendo”, y voy directa al vestuario donde me cambio, cojo mi bolso, y hago la del Capitán del Costa Concordia para no volver jamás.




2 comentarios:

  1. Jajajaja me han encantado los hipervínculos! Lo que no te pase a ti… :) Grande.

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    1. Lo sé amor, me da la sensación siempre de que hay alguien con una cámara oculta detrás de mí...

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