martes, 27 de enero de 2015

Si se te moja el móvil...

Llevo menos de 24 horas sin teléfono móvil y ya he pasado por todas las fases del duelo: negación, ira, depresión y aceptación. Y he descubierto que existe una nueva al final de todo el proceso, la fase de complacencia y descanso. Canción de hoy.

Antes de entrar en materia, quisiera contaros qué le ocurrió a mi pequeño y tecnológico amigo para dejar de funcionar.

Estoy en modo súper sano y acostumbro a merendar una pieza de fruta. Habitualmente suelo llevar en el bolso una manzana o una pera cuando voy a clase para poder comérmela en el descanso, sin embargo ayer cambié mi rutina diaria, salí antes de casa y se me olvidó. Al llegar el momento del entreacto me rugía la tripita y no tenía pieza de fruta con la que colmar mi apetencia, así que decidí escapar a un supermercado y comprar una. Hasta aquí todo bien.

Como sufro de indecisión crónica me llevó más o menos 10 minutos escoger una pieza, todas estaban tan bien expuestitas, y tan grandes y brillantes y coloridas y de todo... En fin, que ya salía del establecimiento cuando súbitamente me sonó el móvil, y claro, iba con prisa y aligeré el paso a la vez que con una mano intentaba sacar la manzana recién adquirida de su bolsita y con la otra mano trataba de extraer el teléfono del bolso.
¿Y qué ocurre en estos casos? Que se alinean los planetas de tal forma que consiguen levantar un adoquín de la acera sin otro motivo que el que yo me tropiece de una manera bastante teatral (cómo no!) logrando así que el teléfono móvil se deslice de mi mano y vuele por los aires a cámara lenta ante mi impotente mirada temiendo lo inevitable: el impacto contra el suelo. 
¿Y queréis saber qué más ocurre en estos casos? Que además de alinearse los planetas recorre el cielo una estrella fugaz y algún hijo puta pide el deseo de colocar una alcantarilla en el recorrido de deslizamiento del teléfono con unas aberturas lo suficientemente grandes como para que la batería y la carcasa trasera del smartphone se cuelen por ellas y caigan al abismo de la mugre y el desaseo

¡¡¡¡¡¡¡Qué demonios!!!!!!!! Aquí mi cara ya no es de impotencia, es más bien de incredulidad, de dónde diablos está la cámara oculta, de quién es el graciosillo que está dedicándose últimamente a conseguir que mi vida parezca un jodido filme. Afortunadamente 3 zagalicos pasaban por allí y observaron todo el espectáculo, y tras dedicarme unas palabras de condolencia “joe tía qué mala suerte”, “buah ni queriendo”, “qué putada, no?”, de forma desinteresada y audaz decidieron ayudarme a recuperar el teléfono que yo casi daba por perdido.
Mientras uno arrancó la alcantarilla de cuajo, otro sujetó mi bolso y el más valiente se remangó el abrigo junto conmigo y, con la bolsa de la manzana dividida en dos (una parte para cubrir mi mano y la otra para la de mi ayudante el #notengomiedoametermimanoenlainmundicia), cada uno nos tumbamos en el suelo, apoyamos la cara sobre la fría piedra y metimos el brazo lo más profundo que nos fue posible entre aquel detrito de triceratops. A todo esto, aclarar que estábamos en plena plaza de Ópera con calle del Arenal y no dejaba de pasar gente que se paraba curiosa ante la escena que estábamos montando. Enseguida conseguí sacar la batería, pero no había forma humana de encontrar la carcasa trasera.

El populacho se iba agolpando y comenzó a crearse un ambiente de escepticismo, como si realmente pensaran que aquello no podía acabar bien. A pesar de la presión que esto suponía  el muchacho y yo no nos rendimos (no deja de sorprenderme lo entregado que puede llegar a ser alguien para ayudar a  una persona que no conoce de nada) y finalmente mis dedos rozaron y agarraron con fuerza la carcasa (después de dos intentos fallidos con una lata aplastada de Heineken y un brik de tomate) y no pude impedir que un gritito de alegría se escapase por mi laringe provocando incluso el aplauso entre un par de transeúntes que se vinieron arriba.

Agradecí fervientemente su gesto a los 3 jovenzuelos y volví al Studio riéndome de lo que acababa de acontecerme.Limpié las partes afectadas del teléfono (afortunadamente la pantalla y las “tripas” del móvil no se precipitaron por el sumidero y estaban en perfecto estado) y en cuanto me fue posible introduje todo en arroz para extraer la humedad y puedo afirmar con gran alborozo que funciona perfectamente.

Bueno a lo que iba, que después de estar casi un día sin utilizar el teléfono, y a pesar de que al principio sufrí un primer estadio de ansiedad torturándome por todos los whatsapps sin contestar, ahora mismo me dan ganas de no seguir utilizándolo a pesar de que ya funciona. Porque sinceramente, descansas. Tu mente se relaja y tus dedos también. Resulta enfermizo darse cuenta de lo enganchados que estamos TODOS al teléfono y a las redes y todo este tipo de cosas que nos quitan horas y horas de nuestra vida. He tomado la decisión de reducir el consumo  de esta droga y consultar el whatsapp 2 o 3 veces al día, después de cada comida, y  para el resto de redes creo que con una toma cada 12 horas será suficiente. ¡Así que si queréis algo de mí me llamáis! Como se hacía antaño, cuando la gente se hablaba y ligar tenía mucha más gracia e implicaba más emoción… 


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