Llevo menos de 24 horas sin
teléfono móvil y ya he pasado por todas las fases del duelo: negación, ira, depresión
y aceptación. Y he descubierto que existe una nueva al final de todo el
proceso, la fase de complacencia y descanso. Canción de hoy.
Antes de entrar en materia, quisiera
contaros qué le ocurrió a mi pequeño y
tecnológico amigo para dejar de funcionar.
Estoy en modo súper sano y
acostumbro a merendar una pieza de fruta. Habitualmente suelo llevar en el
bolso una manzana o una pera cuando voy a clase para poder comérmela en el
descanso, sin embargo ayer cambié mi rutina diaria, salí antes de casa y se me
olvidó. Al llegar el momento del entreacto me rugía la tripita y no tenía pieza
de fruta con la que colmar mi apetencia, así que decidí escapar a un
supermercado y comprar una. Hasta aquí todo bien.
Como sufro de indecisión crónica
me llevó más o menos 10 minutos escoger una pieza, todas estaban tan bien
expuestitas, y tan grandes y brillantes y coloridas y de todo... En fin, que ya
salía del establecimiento cuando súbitamente me sonó el móvil, y claro, iba con
prisa y aligeré el paso a la vez que con una mano intentaba sacar la manzana
recién adquirida de su bolsita y con la
otra mano trataba de extraer el teléfono del bolso.
¿Y qué ocurre en estos casos? Que
se alinean los planetas de tal forma que consiguen levantar un adoquín de la
acera sin otro motivo que el que yo me tropiece de una manera bastante teatral (cómo no!) logrando así que el teléfono móvil se deslice de mi mano y vuele por
los aires a cámara lenta ante mi impotente mirada temiendo lo inevitable: el
impacto contra el suelo.
¿Y queréis saber qué más ocurre en estos casos? Que
además de alinearse los planetas recorre el cielo una estrella fugaz y algún
hijo puta pide el deseo de colocar una alcantarilla en el recorrido de
deslizamiento del teléfono con unas aberturas lo suficientemente grandes como
para que la batería y la carcasa trasera del smartphone se cuelen por ellas y
caigan al abismo de la mugre y el desaseo.
¡¡¡¡¡¡¡Qué demonios!!!!!!!! Aquí mi
cara ya no es de impotencia, es más bien de incredulidad, de dónde diablos está
la cámara oculta, de quién es el graciosillo que está dedicándose últimamente a
conseguir que mi vida parezca un jodido filme. Afortunadamente 3 zagalicos
pasaban por allí y observaron todo el espectáculo, y tras dedicarme unas
palabras de condolencia “joe tía qué mala suerte”, “buah ni queriendo”, “qué
putada, no?”, de forma desinteresada y audaz decidieron ayudarme a recuperar el
teléfono que yo casi daba por perdido.
Mientras uno arrancó la
alcantarilla de cuajo, otro sujetó mi bolso y el más valiente se remangó el
abrigo junto conmigo y, con la bolsa de la manzana dividida en dos (una parte
para cubrir mi mano y la otra para la de mi ayudante el #notengomiedoametermimanoenlainmundicia),
cada uno nos tumbamos en el suelo, apoyamos la cara sobre la fría piedra y
metimos el brazo lo más profundo que nos fue posible entre aquel detrito de triceratops.
A todo esto, aclarar que estábamos en plena plaza de Ópera con calle del Arenal
y no dejaba de pasar gente que se paraba curiosa ante la escena que estábamos
montando. Enseguida conseguí sacar la batería, pero no había forma humana de
encontrar la carcasa trasera.
El populacho se iba agolpando y comenzó
a crearse un ambiente de escepticismo, como si realmente pensaran que aquello
no podía acabar bien. A pesar de la presión que esto suponía el muchacho y yo no nos rendimos (no deja de sorprenderme
lo entregado que puede llegar a ser alguien para ayudar a una persona que no conoce de nada) y
finalmente mis dedos rozaron y agarraron con fuerza la carcasa (después de dos
intentos fallidos con una lata aplastada de Heineken y un brik de tomate) y no
pude impedir que un gritito de alegría se escapase por mi laringe provocando
incluso el aplauso entre un par de transeúntes que se vinieron arriba.
Agradecí fervientemente su gesto
a los 3 jovenzuelos y volví al Studio riéndome de lo que acababa de acontecerme.Limpié las partes afectadas del
teléfono (afortunadamente la pantalla y las “tripas” del móvil no se
precipitaron por el sumidero y estaban en perfecto estado) y en cuanto me fue
posible introduje todo en arroz para extraer la humedad y puedo afirmar con
gran alborozo que funciona perfectamente.
Bueno a lo que iba, que después
de estar casi un día sin utilizar el teléfono, y a pesar de que al principio
sufrí un primer estadio de ansiedad torturándome por todos los whatsapps sin
contestar, ahora mismo me dan ganas de no seguir utilizándolo a pesar de que ya
funciona. Porque sinceramente, descansas. Tu mente se relaja y tus dedos
también. Resulta enfermizo darse cuenta de lo enganchados que estamos TODOS al
teléfono y a las redes y todo este tipo de cosas que nos quitan horas y horas
de nuestra vida. He tomado la decisión de reducir el consumo de esta droga y consultar el whatsapp 2 o 3
veces al día, después de cada comida, y para el resto de redes creo que con una toma cada 12 horas será suficiente. ¡Así que si queréis algo de mí me llamáis! Como se
hacía antaño, cuando la gente se hablaba y ligar tenía mucha más gracia e
implicaba más emoción…
Jesús!! Lo que da de si un móvil...
ResponderEliminarMUA!!
Pues sí Mari! Más vale que volvió a funcionar...
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