domingo, 22 de febrero de 2015

Me siento sola (y me gusta)


Llevaba dos semanas sin publicar post nuevo en el blog. A algunos sé bien que os la trae al pairo, pero aunque parezca mentira, hay gente que se ha interesado por el motivo de tan inquietante hecho (gracias por cierto). Y la verdad es que he estado ocupada, pero no especialmente, y tampoco es que haya tenido problemas técnicos  ni de ninguna otra índole…sencillamente no es fácil encontrar inspiración para escribir más de dos hojas de Word con un contenido (que pretende ser) interesante y/o entretenido. Que son dos hojazas y media de Word eh, no es tontería madafakas. Pero bueno, básicamente la razón es esa, que a veces te sale solo, y otras cuesta más.

Y es que en realidad me surgen un montón de temas y cosicas que me gustaría contaros, ideas que brotan de mi abstrusa mente y que me gustaría poder compartir, PERO hay un problema: lograr encontrar el equilibrio y no traspasar la línea a partir de la cual acabo contándoos mi vida en verso, que por otro lado no os interesaría para nada, creedme.

Porque lo cierto es que soy muy celosa de mi intimidad (- Eh María, brillante idea la de querer ser actriz entonces! – Sí, lo sé, gracias!). Soy uno de esos individuos que no tiene ninguna prisa por darse a conocer a nadie, y tampoco me apremia conocer a otras personas. Voy con toda la tranquilidad del mundo en este aspecto, me gusta crear distancia, un espacio vital lo suficientemente amplio como para permitirme observar con objetividad a los otros. Sobre todo en el mundo del artisteo pienso sinceramente que es mejor tomarse con calma lo de conocer e intimar con los demás porque no solamente se actúa cuando se está sobre el escenario.

La soledad me resulta grata. Particularmente me superencanta vivir sola. Llego a casa y sonrío de forma automática, cuelgo las llaves, enciendo la luz, contemplo la acogedora estancia y respiro hondo con suprema satisfacción. Mientras me desvisto pongo música y canto y bailo como si no hubiese un mañana… Disfruto de cada minuto mientras me voy preparando una tortillita con queso Gorgonzola, me siento en el sofá y me dispongo con culminante placer a ver un DVD de mi filmoteca. Sin discusiones por el mando, sin nadie que me hable mientras veo la película…y ya ni os cuento el momento de meterme a la cama…madre del amor hermoso, me estiro cual chicle lanzando mis extremidades hacia las esquinas del colchón, extendida completamente en forma de aspa hasta provocar el bostezo. Fuck yeah.

Porque la soledad no me molesta ni me incomoda, y únicamente al estar sola me siento completamente libre. Me reencuentro conmigo misma y eso me resulta agradable y reparador. También es cierto que llevo dos años viviendo sola, y que para mí resulta muy fácil, pero entiendo que cuanto menos solo estás, más te cuesta estarlo. Afortunadamente no es mi caso.

En mi día a día estoy rodeada de gente: los colegas del trabajo, los compañeros de clase, los vecinos, la familia, que si comida por aquí, que si microteatro por allá, cafés, cervezas… Paseo por Gran Vía, Fuencarral, tienda tras tienda, bar tras bar por La Latina, salas, locales, eventos miles… un mundo lleno de estímulos y sobrecarga informativa, una hiperactividad destructora de la que es preciso desintoxicarse a través de la soledad.
Yo voto por que todos intentemos desarrollar más nuestra capacidad contemplativa y nos dejemos de tonterías. ¡Viva el hedonismo! (cirenaico y autárquico, en mi caso).

En serio, más soledad y menos sociedad. Personalmente opino que resulto mucho más productiva cuando estoy sola. Al estar flanqueada por otras personas, en pandilla, nos circunscribimos a las convicciones de los demás para evitar así quebrar la dinámica grupal; sin embargo, el aislamiento nos conduce a descubrir el pensamiento original y propio.
Así que ahora entendéis mejor por qué no siempre me uno al café de después de clase, o por qué suelo declinar la invitación a algunos de los planes que se me proponen… en este caso el “no es por ti, es por mi” resulta totalmente cierto. Me vanaglorio con la idea de leer un libro solita en casa con un té en la mano, o ver una peli molona extendida por todo lo largo y lo ancho del sofá untando zanahorias en una tarrina de cremosa Philadelphia.

Pero por supuesto que también disfruto de una reunión con amigos tomando unas cerves o unos vinos o un cafelito con bieeeeeeen de canela,  de salir de fiesta,  de ir al cine o al teatro en grupo… que tampoco soy un bicho raro vaya. Eso sí, me desagradan sobremanera las personas  que me privan de la soledad y, además, no me hacen compañía (véase estar rodeada de gente que no levanta la vista de su jodido Smartphone mientras les hablo y la expresión de mi cara va tornando de tímida incredulidad a discreta indignación).

Aunque no os voy a mentir, el hecho de que sepa estar sola, no quiere decir que sea lo que más me gusta hacer. No hay nada como quedar con la cuadrilla, ir de pintxos y zuritos, echar unos bailables y pasar la resaca al día siguiente todos juntos con plan de Cineforum merendando bizcochico casero.




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