Hacía ya un mes que no escribía
por pura vagancia, creedme. Os diría que he estado haciendo mil cosas, ahí
súper ocupada, para aquí y para allá, con esto y con lo otro (que es todo
verdad), pero siempre hay ratos libres. Y esta vez los he dedicado al esparcimiento
y el latineo, mayormente. Y hacía esfuerzos por sentarme frente al ordenador a
escribir eh, que conste, pero este calor soporífero que tenemos en Madrid me
impedía mantener los ojos abiertos mirando la pantalla durante más de 5
minutos… o me metía a Facebook así como sin querer. Así que me dejaba vencer y
me tumbaba en el sofá, abatida, con ese sentimiento de culpa tan típico de:
María, que tienes que escribir y lo sabes… mientras una fuerza extraordinariamente sobrehumana me mantiene inmóvil sin poder hacer otra cosa que asir el mando a
distancia del aire acondicionado para aumentar la potencia y no morir deshecha
como la bruja del Mago de Oz. Y ya que estoy, mientras el remordimiento me come
por dentro, me pongo un par de pelis. Y me como un helado. Pero me sigo
sintiendo culpable eh.
Y bueno, una de las típicas pelis
que pongo es Gothic, que no puede ser menos apropiada para una calurosa tarde
de verano ciertamente. Pero es que me encanta esa película. ¿Por qué? Pues no
lo sé, por la misma razón por la que me dan ternurica los dinosaurios, siento
un especial interés por las armas de fuego, me emociona entrar en una papelería
y ver todas las cartulinas ordenadas por tamaños y colores, y siempre he
querido abrazar a Freddy Krueger porque creo que lo necesita (pero sin que él
me devuelva el abrazo muy intensamente claro, no jodas…). Y así, porque en realidad
todo en esta vida es aleatorio, para una condenada noche en la que consigo
quedarme dormida sin que el calor me derrita los sesos, algo me despierta repentinamente…
Pam! Pum! Pim! (qué diablos…) Pim! Pam! Pum! (¡¿qué ruido es ese?!) Miro el reloj, las 5 am. Sonidos de
rápidos correteos por el rellano. Voces que susurran junto a mi puerta. Escucho
el ruido del motor de un vehículo en la calle, justo pegado al portal. Y siguen
las rápidas pisadas, van del coche hacia el interior del portal y viceversa, y se
intuye perfectamente que están llevando cosas, se escucha el roce con las
paredes y cada vez que las apoyan en el suelo… Oh dioshh santo, ¿no estarán
robando? Bah, no creo ¿no? ¿NO? Pero es que no cesan en su empeño de irritarme
con todo ese golpeteo y ese vocerío en un idioma que me resulta del todo
desconocido… y cuando alguien me despierta me pongo de muy mala leche, y como
no pienso con claridad porque estoy medio sopa y el calor me asfixia, me hago
un moño chungo, me pongo la bata de casa y me dirijo hacia la puerta y la abro
con todas mis pintacas. ¿Y qué me encuentro? Un arsenal de bolsos de imitación,
películas pirata y relojes falsos formando una pila en la puerta de mi casa. Pues lo normal… En fin, ojiplática me quedo. Aparentemente, están descargando toda
la mercancía de la camioneta de fuera y la están metiendo en alguna vivienda. Escucho
pasos que se acercan y miro hacia la derecha para encontrarme con un amigo de
mi vecino el de arriba, el de la familia africana que tiene un niño muy mono
pero es que es un p*** grano en el c***. Vale, mi co-residente del primero, que
es el fucking Master del topmanta por lo visto, se está surtiendo de merca para
vender, y se dedica a traerla a su casa a las de 5 am de un martes. Excelvilloso
esto. Mientras esta persona me mira con el desconcierto reflejado en su cara y
reparando en mi moño torcido hecho con una goma rosa fucsia con purpurina, la
ira va invadiendo mi cuerpo de forma irrefrenable y no puedo evitar echarle un
par de gritos tipo: ¡No tenéis consideración! ¡Me da exactamente igual lo que hagáis mientras lo hagáis en silencio! ¡Ya está bien, hombre ya! Y esas
cosicas. No me contestó nada en absoluto, ni siquiera tengo la certeza de que
entendiese una sola palabra de lo que le dije, pero es de estas situaciones en
las que tampoco hace falta porque la intención con la que me expreso hace que
el sentido de lo que digo quede suficientemente claro. Así que cerré la puerta,
y me volví a dormir enseguida, esta vez sin ruidos.
Bueno pues al día siguiente mi
vecino me estaba esperando en la puerta de casa para hablar conmigo. Se quiere
disculpar, pensé… jajaja, ilusa de mí. Básicamente vino a decirme que ellos
también son personas y que no tengo por qué gritarles sin razón alguna. Que necesitan
ganarse la vida y que no me queje. Poker face. A lo que yo respondí que me
parece muy bien, que la mayoría trabajamos para ganarnos la vida, pero no lo
hacemos a base de despertar a los vecinos a las 5 am, que eso resulta
ciertamente intolerable. A lo que me contestó, palabras textuales: “Las 5 es
una hora normal, gente se levanta ya a ducharse, el sol ya está fuera. Gente responsable
ya a las 5 se ducha y se va a trabajar”. Segunda poker face. Tras una serie de
alegres intercambios de amenazas nos despedimos cortésmente.
Yo es que creo que este calor
altera a las personas, a mí desde luego. Y una de las vertientes en que lo hace
es que me convierte en un saco de hormonas andante. ¡Pero no es mi culpa! Es que
Madrid está plagada de buenos mozos de lustrosas espaldas y fornidos brazos,
radiantes sonrisas, coloridos tatuajes, camisetas tiradillas, interesantes
inquietudes culturales y profundas emociones… o bueno, igual no son así, y yo
me lo imagino. Es que las altas temperaturas me nublan la vista un poco mucho. Además
si vas escuchando música, depende de qué canción esté sonando, la gente se
vuelve de repente más atractiva… En plan si suena Elephant, Sabotage o Hells Bells
(lo de esta canción es una cosa…), y empiezas así a caminar al compás de la
música, y te vienes arriba, y te sientes más poderosa, y los tíos con los
que te cruzas están incluso más buenos, ahí malotes, peligrosetes… ¿No? ¿Solo
me pasa a mí? Pues sí, la música que escucho influye en mi percepción de los
demás. Y el reciente estreno de Magic Mike XXL tampoco ayuda…
Total que ayer estaba limpiando
la sangre artificial que había quedado en la toalla del rodaje del sábado (toma
cuña publicitaria gratuita), y me registré en Adoptauntío.es. Jajajajajajaja ¡Así
a lo loco! ¡Sin anestesia! Tengo un par de amigos de Madrid que están registrados (y son normales y guapetes, que conste) y me dijeron que es muy divertida, que hay gente corriente, realmente interesante
y que es 0 invasiva. Y claro, en ciudades como Madrid tienes que bucear muchas
veces entre hordas de canis, tetes, pijos y creepies hasta que das con un
chavalico normal con el que tener una conversación y que sepa
escribir correctamente su nombre. Y aplicaciones como esta te allanan el terreno
en esta ardua búsqueda. Además este mes de Julio ha estado lleno de pazguatos (pazguato
vikingo, pazguato texano, pazguato potente y el rey de los pazguatos – estoy pensando
en hacer una segunda remesa de posts de pazguatos…) y ya no me apetece ninguno
más.
Bueno a lo que iba. Que me
inscribo y entro, y se abre un abanico lleno de posibilidades. Un montonazo de
tíos con sus respectivas fotos y clasificados por hashtags en función de sus
cualidades, sus características físicas, sus hobbies, lo que te pueden ofrecer…
etc. Todo estructurado como si la chica fuera a un supermercado y transitase
pasillo por pasillo pudiendo elegir con toda la calma los productos que más le
apetezcan. Bien. Bueno, empiezas a leer sus perfiles y te das cuenta de que hay
cierto postureo en la mayoría de de ellos, pero inocente… nada que no se pueda perdonar con unas buenas
fotos. Bueno, quitando las fotos con bien de filtros y en blanco y negro, o
esas de perfil que llega a un punto en que prácticamente no se le ve la cara y
te hace sospechar... Y ante tanta oferta me siento abrumada y decido ir
metiendo chicos a la “Cesta” de la compra y luego ya decidiré con cuáles me
quedo… Incluso me encuentro con el pazguato potente y me hace toda la gracia, y
la curiosidad me empuja a incluirlo en mi “Cesta” también para ver más tarde
qué habrá puesto en su perfil (seguro que ha contado alguna mentirijilla). Y
nada, comienzo a enviar chicos a mi “Cesta” como si no hubiera un mañana, sin mucho criterio, para hacer un filtro posterior de esta primera selección. ERROR.
¿Qué ocurre? ¡Que la p*** aplicación está fatalmente hecha y envía
notificaciones a todos los tíos que vas metiendo en la “Cesta”! ¡Pero si no los
he comprado todavía! ¡¿Por qué?! Y al mismo tiempo, empiezan a llegarte “Hechizos”
de chicos a los que les has gustado (sí, hechizos, que no sabes si estás en
Adopta o en Hogwarts) y luego más notificaciones de “Notitas” que te escriben
los chicos de tu “Cesta”, y “Visitas”, y más “Hechizos”, y ya no sabes ni a
quién habías metido en la “Cesta” ni quién diablos es ese pelirrojo que te da tanto
miedo y que te está hablando mientras se ha bloqueado el teléfono y estás aceptando
hechizos de chicos que no te gustan porque te miran raro desde un selfie desenfocado! Y lanzo el móvil al sofá. Respiro. Pienso en el bochorno que me produce el hecho de que al pazguato potente le ha llegado notificación de que le he metido en mi “Cesta”. Vuelvo a respirar. Cojo el móvil. Abro la aplicación. Comienzo
a vaciar la “Cesta”, con criterio esta vez. Dejo a los guapetes interesantes,
gestiono los “Hechizos”, y comienzo a responder las “Notitas”.
A ver, que resulta simpático porque es una selección
a la carta de chicos que molan bastante, partiendo del hecho de que en principio, y con las limitaciones que tiene la app, tú también les has gustado.
Lo que pasa es que no puedo evitar sentir cierta reticencia hacia este tipo de
páginas, me dan “cosica”. Aunque ésta en cuestión resulta bastante divertida, y
los mocetes son normales, majetes e interesantes. Ahora vendría el siguiente
paso, conocer a alguno en persona. ¡Chan chan! Ya veremos. Dispongo de 5 días en
Madrid antes de mis no-vacaciones, así que lo mismo a final de semana os cuento
qué tal me ha ido…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Yeah baby! Comenta lo que quieras!