A día de hoy vivo en un confortable estudio individual en el centro de
Madrid. Coqueto, acogedor y relativamente barato. Pero hasta llegar aquí he
pasado 2 meses de penurias. Creed que si hubiese llevado a mano la Beretta 92F
de John McClain me habría cargado a más de uno por el camino.
(Percibiréis a lo largo de la lectura de este post vestigios de mi notable carácter
hiperbólico. Soy así, qué se le va a hacer. La salsilla de la vida. No obstante
todo lo que cuento es cierto como que hay Dios).
La última semana de Septiembre me había apuntado a un curso intensivo en
una de las escuelas en las que estoy inscrita, como una primera toma de
contacto. Por supuesto llevaba varios días buscando habitaciones en pisos
compartidos, estudios, apartamentos, etc., pero no encontraba nada que me
terminase de gustar. Así que me dije: “¡Eureka! A lo largo de esta semana me
dedico a patear la zona en la que quiero vivir y seguro que encuentro algo mono
y barato”. JA.
Reservé un hostal en el centro de Madrid, junto al Mercado de San Miguel.
Tenía super buena pinta, ¡y más céntrico no podía estar! Pegadito a la escuela
además. Guay.
El recepcionista, recostado tenuemente sobre el mostrador y bien
emperifollado, fue majísimo. Amplia sonrisa rollo “¡welcome!” mientras me dice:
“he reservado para ti una habitación doble, en lugar de individual. De dos camas,
para que estés más cómoda. Está aquí al lado de recepción, por si necesitas algo”.
Wow, qué bien, qué hospitalidad. Me dio la llave y entré en la habitación.
Moqueta.
¿Moqueta? ¿Esto es en serio? Espera, ¿moqueta? ¿Acaso estamos en el típico
motel rutero californiano con un letrero de Vacancy en neones parpadeantes?
¿Qué necesidad? Qué asco. No puedo ni llegar a imaginar las sustancias y detritos
que pueden acumularse entre esa multitud de mini pellillos sintéticos. Venturosamente
había incluido un par de chanclas en mi petate. Ni qué decir tiene que las
llevé puestas incluso en la ducha.
Espléndidos balcones en la habitación, en un primer piso que da a la Cava
Baja de San Miguel. ¿Dormir? ¡Pero si está sobrevalorado!
¿Y queréis saber qué es consecuencia directa de tener la habitación pegada
a la recepción? -“¡Ring!” -“¿Qué diablos?” -“¡Ring!” -“¿Qué demonios?” -“¡Ring!”
-“¡Joder!”
Y así con esta apasionada y folletinesca charla pelamos la pava el timbre y
yo los 5 días que pasé en ese hostal.
A todo esto, no me gustó ninguno de los pisos que pude ver. No es que
fueran especialmente horribles, pero ni el piso en sí ni los potenciales
compañeros cumplían con mis expectativas, encontraría algo mejor.
Por favor, sed condescendientes conmigo, llevaba buscando poco tiempo y me
acababa de enganchar a “New Girl”.
Lo sé, lo sé.
La siguiente semana decidí cambiar de hospedaje a otro que fuese más
barato. Puestos a que sea un verdadero espantajo, por lo menos que tenga un
precio asequible. Cambié de zona, fui a Gran Vía, y en vez de hostal elegí una
pensión. Casi casi como en casa oigan.
Llegaba un domingo e iba de Pamplona a Madrid en autobús. Más concretamente en el de
las 6 de la tarde, con llegada estimada a las 23 h. Al margen de tener detrás a
la pareja de veinteñeritos más fatigante y vocinglera con la que me he cruzado en mi vida, no
tuve ningún otro contratiempo hasta llegar a la entrada de Madrid.
No os lo podéis ni llegar a imaginar remotamente… ¡Atasco! Sí, os lo juro.
Sé que es difícil de creer, pero así fue, de verdad creedme. Una hora de
retraso. ¡Oh Dios mío!.
El anuncio de la pensión rezaba “abierta 24 horas”, por lo que estaba
tranquila en ese aspecto. De todas formas decidí llamar para avisar de que iba
a llegar tarde. Una jovial voz me saludó al otro lado del teléfono y le puse al corriente de
mi situación. -“Vaya, vaya. Pues es una faena, porque yo a las 00:00 me tengo
que ir a la comisaría”. –“Perdona ¿qué? ¿Por qué? ¿Ha pasado algo?” –“No, no,
rutina. Voy todos los días a pasar el listado de huéspedes. Ya sabes, por el
tema de la prostitución y las drogas” –“Ahhhhh.
Pues bien... Bueno, ¿y qué hacemos? A ver si me voy a quedar en la calle…” – “No
mujer no. Ya sé qué vamos a hacer. Justo al lado del portal de la pensión hay
un local chino; si veo que para cuando me tenga que ir tú todavía no has
llegado, dejo tu llave ahí en un sobre a tu nombre ¿vale?” – “Ehhhh, bueno pues
bien. Espero llegar antes. Jajajajajaja”. –“Sí bueno yo también espero que
llegues antes, jajajajaja”. No más jajaja por mi parte.
Pelín inquieta, llamo a mi madre. - “Oye mamá, que hay atasco y seguramente
llegaré tarde a la pensión. Sin más, para que sepas. Que igual mejor que no te
haga (llamada) perdida al llegar porque estarás dormida”. –“Ah bueno, no pasa
nada. ¿Ya has avisado? A ver si no van a estar…” –“Sí, no mamá tranquila que ya
he avisado. Me ha dicho que tiene que ir a la comisaría a las 00:00, pero si
llego más tarde me deja la llave para que pueda entrar….(mierdaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa)”
–“¿¡Qué!? ¿Por qué a la comisaría? ¿Ha pasado algo?” –“No no no no no no mamá
que va, que es normal. Lo hacen todos los días, para informar del listado de
huéspedes a la policía. Pero que lo hacen todos los hoteles además eh, es una normativa
y así que hay ahora…” –“Ah, bueno qué raro ¿no? Bueno, bueno. Pues nada cariño,
ya me llamas mañana”.
Por supuesto, llegué más tarde de las 00:00….
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